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Posted: 15 Sep 2011 12:00 AM PDT No, no se trata de ninguna isla griega, ni tan siquiera de nuestra cercana Ibiza, sino de la costa valenciana, uno de esos reductos que, a pesar de estar rodeado de un gran polígono industrial, mantiene intacta su autenticidad. Las tardes del verano dan para muchas excursiones por la duración del día y la luz, pero en cambio, limitan nuestras salidas por el calor y el exceso de humedad. Por ello, las excursiones por las cercanías del mar, o en todo caso, por las elevadas montañas del macizo de Javalambre donde se superan los 1500 mts, son los lugares idóneos para pedalear en verano. En el caso que nos ocupa, hemos buscado la esencia pura del Mediterráneo, el valor de lo que fue un poblado marinero, un antiguo puerto de reminiscencias romanas y un lugar de pescadores que fue poco a poco perdiendo su valor. El Grau Vell de Sagunto es el antiguo puerto romano. Sus fondos marinos están repletos de pecios y de ellos se extraen los objetos cotidianos que se perdieron en el fondo del mar, para saber con su análisis, como era la vida en Sagunto hace dos mil años, y como eran los primeros comerciantes que llegaron a estas costas. Se encuentra casi en el centro geográfico del Golfo de Valencia, un emplazamiento que parece anclado en el tiempo, un lugar donde todavía queda en pie una torre y restos de una fortaleza junto a un grupo de casas muy humildes a lo largo de la única calle existente, paralela a la misma orilla del mar. Ya en el siglo III a. C. Sagunto constituía un punto estratégico en el comercio con el resto de los países del Mediterráneo, y aparece citado como tal en los textos de la conquista de Sagunto por parte de Anibal Barca, el general cartaginés considerado como uno de los mayores estrategas militares de la historia. Durante la Segunda Guerra Púnica, los comerciantes de Sagunto vivían instalados en las proximidades de este puerto y fuera de las murallas, a fin de poder vender y comprar productos con los marineros que llegaban a la ciudad. A tenor de los restos encontrados y las prospecciones realizadas, se confirma el valor patrimonial de este antiguo puerto de origen cartaginés, único en el litoral valenciano. Los vestigios que se remontan a cinco siglos antes de Cristo, siguen apareciendo y este tramo de costa esconde bajo sus aguas más de treinta puntos de concentración de hallazgos, desde como era la vida diaria del puerto en la antigüedad, como mercancías muy diversas (ánforas, fragmentos cerámicos, lingotes de plomo y restos de lo que parece que fue la antigua fortificación que soportaba el faro del puerto romano. Sagunto, construida sobre una colina, ha sido sin lugar a dudas, la más romanizada de nuestras ciudades. Sus orígenes se remontan al periodo íbero, puesto que en el monte donde se ubica el castillo se conservan las ruinas de un poblado del siglo V a.C. que llegó a ser el más importante de toda Edetania, seguramente la antigua ciudad de Arse. La fortaleza ocupa un recinto amurallado que se extiende por el cerro de este a oeste, con una extensión de casi un Kilómetro, a 172 metros sobre el nivel del mar. En 218 a. C. el general Aníbal Barca, ataca la ciudad, empezando la Segunda Guerra Púnica (218-212 a. C.), contra los romanos. La guerra se inició tras el asedio y conquista de Sagunto por parte de Aníbal, que supuso el casus belli que permitió a Roma declarar la guerra a Cartago. Aníbal consideraba que la capacidad de Roma les daba ventaja en las guerras de larga duración, por lo que los enfrentamientos debían resolverse pronto. La única forma de lograrlo era llevando a su ejército a la Península Itálica y conquistar Roma, o en su defecto, causarles tantos destrozos como para obligar al Senado a pactar la rendición. Pero desde el final de la primera Guerra Púnica, el Mediterráneo estaba controlado por Roma, de modo que el ejército no podía trasladarse por mar. Por lo tanto, Aníbal decidió llevar al ejército por tierra, cruzando los Alpes, una de las azañas bélicas más sobresalientes de la historia militar. Durante la etapa imperial de Roma se construyó el Foro de Saguntum, y fue su momento de máximo esplendor. Toda esta clase magistral de historia nos la lee un compañero mientras cenamos tranquilamente en el Grau Vell y oímos como música de fondo, el sonido del mar. Desde la misma ermita comenzamos nuestra ruta siguiendo la línea de la costa para acercarnos al Puerto de Sagunto y desde allí, llegar a Almenara. Una ruta sencilla, tranquila, ideal para una tarde de verano que completamos con la visita a la Marjal de Almenara, uno de los espacios húmedos más importantes del litoral valenciano y refugio de infinidad de aves acuáticas, muchas de ellas protegidas por el convenio Ramsar. Tras la excursión volvimos de nuevo a Puerto Sagunto y cenamos en el Grau Vell. Nuestro amigo Javier nos ofreció una cena extraordinaria en su casa junto a la ermita. Una casa con pozo y corral, paredes de cal, ventanas abiertas al mar y gallinero. Saber vivir es saber disfrutar de los breves momentos que nos ofrece el día a día. Como la noche de ayer; buen vino, buena compañía y buena comida cocinada por Rosa. Y el entorno, como un escenario anclado en el tiempo, donde la brisa marina y el sonido del oleaje nos recordaban nuestra más pura esencia mediterránea. Como en una isla griega solitaria y desolada por el viento, el Grau Vell nos ofreció todo los que un humilde paisaje nos puede ofrecer: felicidad. Gràcies Xavier Texto y fotografías: José Manuel Almerich |
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